LOS REFRANES
El origen de los refranes se remonta a la necesidad de comunicarse el uno con el otro. Cada pueblo o grupo de personas pasan a lo largo de sus vidas una serie de experiencias y en base a ellas aprender lecciones, son consejos directos sobre la sabiduría adquirida de las vivencias.
A PALABRAS NECIAS, OIDOS SORDOS
Cuenta la historia que una vez se acercó a Aristóteles un hombre muy prolijo en palabras. Tanto y tanto hablaba que al final terminó por pedirle excusas al filósofo. Aristóteles respondió: Hermano, no tenéis de que pedirme perdón, porque estaba pensando en otras cosas y no os he entendido una sola palabra.
A QUIEN MADRUGA, DIOS LE AYUDA
Pone de manifiesto las ventajas del madrugar. Un hombre contaba a su hijo el caso de un vecino suyo que por madrugar encontró en la calle una bolsa llena de dinero.
El hijo que tenía bastante apego a las sábanas respondió: Pues a fe, padre, que como madrugar, más había madrugado el que perdió la bolsa.
ASI DIJO LA ZORRA A LAS UVAS, NO PUDIENDOLAS ALCANZAR, QUE NO ESTAN MADURAS
Procede este dicho de una fábula de la Fontaine, en ella la zorra, no pudiendo alcanzar un sabroso racimo de uvas, exclamó: ¡Están verdes!.
EL PERRO DEL HORTELANO, NI COME LAS BERZAS NI LAS DEJA COMER AL EXTRAÑO
Este dicho procede de la fábula de Esopo, titulada el perro del hortelano. Erase, dice, un perro celoso guardián de la hacienda del amo que hasta al buey impedía comer su alimento.
Necio envidioso -le decía el buey- que ni comes ni dejas comer.
EL ZAPATERO JUZGUE DE SU OFICIO y DEJE EL AJENO
Trabajaba un día el pintor Apeles en retrato de un ateniense, cuando un zapatero vecino del artista le hizo una observación atinada del zapato que lucía el modelo. Apeles se apresuró a corregir su yerro. Como el artesano extendió su juicio a otros pormenores de la tela, Apeles le dijo:
-Zapatero, no juzgues más allá del zapato. O lo que es igual: "Zapatero a tus zapatos".
EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS
Es muy antigua esta norma de conducta. Pasaba Carlos V por Calatayud, y un aragonés le dijo:
-Cerrad la boca, majestad, que las moscas de esta tierra son insolentes.
MAS VALE TARDE QUE NUNCA
Diógenes Laercio, en la senectud, decidió aprender música. Como uno le objetó que era viejo para aprender solfeo, el filósofo contestó:
-Más vale tarde que nunca.
OJO POR OJO, DIENTE POR DIENTE
La primera parte de este dicho está tomado del éxodo y alude a la Ley del Talión, según la cual debía aplicarse al delincuente el mismo castigo infligido por él a la víctima. Este riguroso concepto de castigo se ha dulcificado con el paso del tiempo y son pocos los países en los que se mantiene.
PERRO DE MUCHAS BODAS, NO COMIO EN NINGUNA POR COMER EN TODAS
Cuenta la historieta que era un perro tan glotón que decidió acudir a dos bodas el mismo día, una en Olías y otra en Cabañas, pueblos toledanos distantes entre sí. Lo intentó pero llegó tarde a los dos convites y tuvo que quedarse en ayunas.
SANTA RITA, RITA, LO QUE SE DA NO SE QUITA
Era una joven fea que un día acudió con fe a Santa Rita de Casia, abogada de imposibles, para obtener novio. Dio fruto enseguida la intercesión de la santa, pero como el noviazgo no perseveró, ella decía a la Santa:
-Santa Rita, Santa Rita, lo que se da, no se quita.
AGARRATE CATALINA
Catalina era una trapecista argentina que trabajaba en los circos porteños, en la década de 1940.
Venía de una familia de trapecistas. Su madre, su abuela y su bisabuela habían practicado la misma disciplina. El destino de las tres también fue el mismo, y trágico: todas murieron por accidentes en el trapecio.
Los espectadores que se prestaban a ver a Catalina, por su parte, conocían muy bien esta historia. Y antes de cada presentación, gritaban una advertencia que se iba a convertir en un dicho popular.
Antes de que comience sus acrobacias, le decían a la joven trapecista: "¡Agarráte, Catalina!".
Después, la frase se generalizó y hoy se sigue usando para prevenir a quien está a punto de enfrentar una situación extrema.
LAS MUJERES HABLAMOS MAS??
Las mujeres utilizan una media de 20.000 palabras al día, en comparación con las meras 7.000 que los hombres pronuncian.
Al menos esa es la afirmación de una serie de libros de autoayuda y de ciencia popular.
La velocidad óptima para hablar está entre las 170 y 190 palabras por minuto
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